sábado, 18 de enero de 2014

MARCAS

Me hice un tatuaje...
A decir verdad nunca me gustaron los tatuajes.
Han sabido despertarme críticas y repudios...
Pero me tatué el nombre de Delia en la muñeca izquierda. El nombre de Delia grabado en mi piel para siempre.
Sencillamente, hice visible la marca que ya llevo, desde siempre y para siempre, en el alma.
Eso, justamente, fue lo que me ayudó a tomar la decisión...Un día, hace ya algunos meses me puse a pensar en dos cosas: primero, en que solemos soportar marcas en el cuerpo que no hemos decidido; y segundo, que portamos marcas en el alma que podemos decidir hacerlas visibles en el cuerpo.... Así empecé a darle forma a esta decisión.
Yo se todo... Ya se han encargado de hacérmelo saber y, sobre todo, de hacérmelo sentir. Se, bien que sé, que no soy la única a la que se le ha muerto un ser querido y que hay tragedias mucho peores que la mía... Se que soy intensa y febril. Se qué soy exagerada y manifiesta. Se que soy vehemente y que puedo ponerme hincha pelotas (o ser siempre hincha pelotas, si querés) Pero así soy... Para todo... Para amar, para sentir, para pelear, para ayudar, para duelar.... No me siento ni la más desgraciada ni la dueña del dolor... No... En absoluto... Me siento infinitamente triste. Y soy cobarde... no puedo con la soledad del dolor. Me enloquece... Necesito compartirla, convocar al abrazo, llamar al consuelo... La injusta y temprana partida de Delia tiene para mi la dimensión de todo mi dolor. Me re significa todas mis ausencias. Me deja huérfana de toda orfandad.
Entonces, el tatuaje.
Hacer visible esa marca indeleble que llevo en el alma.
Un tatuaje pequeño, sencillo y bonito.... Como era ella. A la vez inmenso (como ella era) en su significado.
En el brazo izquierdo. Para que esté conmigo en cada puño en alto, en cada V de la victoria.
Para que se vea que la llevo conmigo en cada hora de mis días
Para que me pregunten qué significa "ese nombre" y poder hablar de ella.
Para que sea evidente que está entre mi y toda la realidad.
Quizá así pueda satisfacer esos tantos pedidos de que "la deje ir"...
En este eterno homenaje, que le hago y me hago, traigo a mi padre y a mi madre. Y a todos los duelos que ella supo consolar y acompañarme...
Convoco a todas las Stella que he sido para acordar un poco sobre las Stella que seré sin Delia.
Celebro la casa de Anatole France, la de la avenida San Juan, la de la avenida Rivadavia y finalmente la casa de Mansilla... todas sus casas que fueron también mías y, fundamentalmente, fueron casas de mi madre... 
Recobro la mano bajo la almohada de la infancia, el tazón de café con leche con pan adentro, el papel araña azul de los cuadernos de las primeras letras, los ojos asombrados por la inmensidad de la ciudad inmensa, los primeros libros y las primeras músicas, las despedidas y los reencuentros, los tres soles de sus hijas, el dolor por sus amados compañeros, la abundancia de sus abrazos, su mano en la panza calmando mis contracciones de parto, la generosidad de su sonrisa, la trascendencia de sus consejos, el azúcar en mi boda, la inmensidad de su paciencia.
Todo en estas cinco letras que adornan, y honran, para siempre mi muñeca.
 Fraternal regalo que me he permitido ofrecerme en este cumpleaños que ahora empieza.
Ella seguramente no aprobaría esta decisión mía. La tomaría como uno de esos extraños pasos de esta hermana, demasiado extravagante para nuestra sencilla vida.
Pero enseguida me miraría con ternura, buscaría la mirada de mi madre, y con ronca voz, cargada de ironía, seguramente le diría: "oye madre, si tu hija tiene tatuaje... ¡Anda en pandilla!". Lanzaría una abundante carcajada y abriendo generosamente sus brazos tomaría mi cabeza entre sus manos y la llenaría de besos.


1 comentario:

Cesar Fois dijo...

Y lo repito, querida mía: el alma suele estar mucho más cerca del cuerpo de lo que pensamos. Allí nuestro mayor desafío: que sus marcas o sus actos hablen de un cuerpo sensible y generoso. De un cuerpo para la bondad de la vida. Te quiero.