viernes, 9 de enero de 2009

¿QUIÉN ERA HUGO BELLINI?

Conocí a Hugo Bellini en el año 1981. En una reunión en la casa de Pilar Flaster. Aquellas reuniones todavía tenían un color “clandestino” y todos nos sentíamos un poco cómplices de no sé qué cosa… Yo estaba sentada en el piso y no podía dejar de mirar a ese hombrecito flaco e inquieto que parecía no iba a dejar de moverse nunca. Bailaba, caminaba, ponía música, la cambiaba, proponía brindis y reía incansablemente. Me resultó un poco insoportable y se lo hice saber… Él se me quedó mirando con su característica mirada diáfana y al cabo de unos segundos lanzó una muy sonora, aguda e inigualable carcajada y me dijo casi a los gritos: “¡No te pongás así, Matuteeeee!”.
De ahí en más sólo nos quedó querernos e ir construyendo una muy honesta amistad que duró hasta ahora. Y más… Siempre nos dijimos todo… hasta hacernos enojar mutuamente. Para luego amigarnos en un brindis o un abrazo.
Hemos compartido desde grandes alegrías a profundos dolores. Desde enormes logros a duras decepciones. Muchas fiestas (eso sí), algunos desazones y encuentros intensos.
Hugo era (cómo me cuesta esa conjugación del verbo) un verdadero personaje. Insólito, por cierto. Eterno adolescente, enamoradizo incorregible, leal, solidario, buen amigo, soñador empedernido, ingenuo, bastante irresponsable, militante incansable del “Síndrome de Peter Pan”… Pero también comprometido militante de la amistad, de los derechos humanos, de la lucha por un mundo mejor.
Hugo estuvo cada vez que lo necesité. En las buenas y en las malas. Muy cerquita cuando nació Lautaro, mi hijo. Muchas veces recorrió la ciudad para conseguirme pañales, que en aquel alfonsineco año 89 escaseaban… Compañero fundamental en largas noches de llantos. Muchas veces venía a casa con comida y vino. Otras simplemente se sentaba en el comedor de casa a imponer compañía. Cuando tomé mis primeras vacaciones con Lautaro fue él quien me llevó a Retiro y despachó todo el equipaje y se encargó de tranquilizarme. Cuando cumplí 40 años lo festejé en su casa y fue él el motor organizativo de esa fiesta. Cuando viajé a España fue él quien se encargó de comprarme el Assist Card para que “estuviera protegida”. Y fue él quien llevo a Lautaro y a Julián a esperarme a mi regreso. Ese mismo año el teatro nos unió en el elenco de “La mayor, la menor y el del medio” y fue una experiencia increíble para nuestra amistad.
Nunca dejaba de sorprenderme. Hugo podía creer que una caja de alfajores cordobeses eran un buen regalo de casamiento. Y considerar que el mejor regalo que podía hacerle a su mujer el día de su Boda era “afeitarse la barba”. Tenía millones de esos detalles insólitos que lo hacían único. Súper único.
Después de una minuciosa y larguísima búsqueda conoció, finalmente, a “la mujer de su vida”. Una jujeña enorme llamada Verónica. Y con ella tuvo a Asiri Victoria que, fiel a su nombre, es un derroche de alegría.
Un poco más tarde pero más temprano llegaría Lázaro…
Y así armó esa familia con la que tanto soñó.
Fue una de las personas que más me hizo reír y más me hizo rabiar… Tenía características que me irritaban hasta lo imposible. Una de ellas era su obstinada impuntualidad. Hugo llegaba siempre tarde. Pero, también, Hugo SIEMPRE llegaba. Aunque uno ya se hubiera ido, cansado de esperarlo.
A lo único que llegó temprano fue otra de las malas pasadas que le jugó esa impuntualidad incorregible. Llegó demasiado temprano a su muerte… Demasiado temprano…
El 6 de enero parece que los Reyes pasaron por Córdoba y se lo llevaron con ellos como un invitado especial. No calcularon que nos dejaban tan huérfanos de brindis, fiestas, risas, abrazos y maravillas. También enojos, a qué negarlo.
Por suerte está Asiri, que apenas se sienta a la mesa mira profundo a los ojos, alza su copa y dice “¡Brindemos!”. Y Lázaro, que es su imagen y semejanza en escala. Sin ningún ánimo de “bajar” mandatos, seguramente serán ellos (y los recuerdos) lo que lo mantengan vivo en los que lo queremos (adviértase el presente del verbo...)
Finalmente, para contestar(me) la pregunta del título: Hugo Bellini es el hermano que elegí. Mi amigo. Y lo voy a extrañar por el resto del camino.


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